Son innumerables las películas en las que el paisaje se convierte en protagonista principal. En muchas llega a tener incluso más importancia que los propios personajes. Pero en pocas tiene tanta relevancia como un simple puente que, a priori, solo une las dos orillas de un riachuelo sin mucho nombre. Y es que en Los puentes de Madison, dirigida por Clint Eastwood, sus pasarelas son sin lugar a dudas el elemento que mitificó esta cinta de 1995. Adaptación de la novela homónima de Robert James Walter, ciertamente supo captar la atención en un lugar a simple vista inhóspito en medio del condado de Madison, en Iowa.

El peso de la película corrió a cargo del propio Clint Eastwood, que interpretó a Robert Kincaid, y por su parte a Mery Streep dando vida a Francesca Johnson. Indudablemente, con dos gigantes de este calibre en pantalla, la química estaba más que asegurada. Llegando a valerle una nominación a Meryl Streep como mejor  actriz en los Óscar y los Globos de Oro. En un año con películas del calibre de Braveheart, Sospechosos habituales y Leaving Las Vegas, sin duda tuvo su mérito ese reconocimiento. Para rematar estos dos gigantes de la pantalla y una localización crucial en su desarrollo, hay que destacar su banda sonora. El polifacético Clint Eastwood contó con la presencia de Lennie Niehaus, como tantas otras veces ha hecho en años siguientes con sus nuevos trabajos como director. El compositor estadounidense quiso dejar su marca personal en la composición de los singles principales de la película. Temas en piano con una orquestación suave y sentida que emocionan profundamente especialmente en su, para mi modo de ver, pista cumbre “ Doe Eyes (Love Theme) “.

La sinopsis nos sitúa en el año 1965 en una casa perdida entre granjas en el estado de Iowa. Allí vive Francesca, una italiana que acaba perdida en medio de la nada al casarse con un soldado estadounidense. Mientras que su marido e hijos se encuentran en una feria en el Estado de Illinois, su vida rutinaria se cruza con Robert Kincaid, un fotógrafo que llega a la zona para fotografíar los famosos puentes cubiertos de Madison para un reportaje de National Geographic. En ese momento comienza una relación que bien se puede resumir en una de las frases del metraje “No quiero necesitarte porque no puedo tenerte.”

Casa de Los Puentes de Madison con Francesca
Casa de Los Puentes de Madison con Francesca
Robert Kincaid en Los Puentes de Madison
Robert Kincaid en Los Puentes de Madison
Robert Kincaid & Francesca Los puentes de Madison
Robert Kincaid & Francesca Los puentes de Madison
Meryl Streep bañera Los puentes de Madison
Meryl Streep bañera Los puentes de Madison
Puente Roseman en Madison
Puente Roseman en Madison

Como adelantaba al inicio de esta entrada, Los Puentes de Madison (The Bridges of Madison County) han conseguido que este recóndito condado al sur de Iowa se haya convertido en un lugar de peregrinaje para muchos de los fans que quedaron prendados de este melodrama. El paisaje que nos espera por toda esta área son estrechas carreteras polvorientas entre maizales con llanuras casi infinitas. Desgraciadamente el paso  del tiempo no pasa en balde y estos puentes, que se levantaron allá por el siglo XIX, están desapareciendo a marchas forzadas por la falta de financiación para mantenerlos. De los 19 originales apenas quedan 6 aún en pie. Entre ellos los supervivientes son el  puente Cedar, puente Cutler-Donahoe, puente Hogback, puente Holliwell, puente Imes y, como no podía ser menos, el puente Roseman, localización clave de Los Puentes de Madison. Para llegar hasta ellos nos tendremos que desplazar hasta Des Moines, capital y ciudad más extensa del Estado de Iowa. Acercarse a ellos no será fácil, aunque como siempre lo fundamental será contar con un buen GPS que nos guie hasta los lugares exactos. En el mapa de más abajo podéis comprobar las coordenadas exactas de los mismos alrededor de la población de Winterset.

El puente de Roseman se mantiene con su color rojo en contraste con los verdes prados. Es curioso el hecho de encontrarse con esa especie de techado cual granero, el motivo es que la madera que se usaba para el suelo era tremendamente cara, por lo que esa capota servía como protección de las inclemencias en un Estado tan lluvioso. De esa manera se usaba una madera de menor calidad, pero que aguantaba mejor esas condiciones térmicas. Salvo que seamos unos auténticos fanáticos de la película, es complicado aventurarse a animar a los viajeros hasta llegar allí simplemente para contemplar estos puentes. Pero lo que sí es motivo más que suficiente es acudir a ese entorno rural para disfrutar de sus pequeñas poblaciones dedicadas a la agricultura y la ganadería. Sin duda otro punto de vista de este casi inabarcable país que es Estados Unidos, lejos de las grandes ciudades, las playas o sus conocidos parques naturales. Seguramente os estaréis preguntando si alguno de ellos hoy aún es posible cruzar en coche, pues afortunadamente aún queda uno por el que se podría uno desplazar de orilla a orilla en nuestro vehículo, el puente de Cedar, el más corto de todos ellos con apenas 23 metros de extensión. Y seguramente como última cuestión os estaréis preguntando ¿Qué pasó con la casa de Francesca? Pues os gustará saber que la carretera G4R es la que nos servirá para acceder hasta sus inmediaciones, previo desvío. Una casa de finales del siglo XIX que desgraciadamente ha dejado de estar disponible para su visita al público general. El motivo es que en 2003 un pirómano le prendió fuego y se encuentra en estado de abandono. En su momento era posible visitarla en los meses de verano. Aunque, si lo queremos, nos podemos acercar hasta la propia verja y comprobar un cartel que nos muestra que es una propiedad privada y con vigilancia. De hecho pese a su conato de incendio la casa se encuentra deteriorada, pero más por los propios matorrales que poco a poco se han ido apoderando de la propiedad.

Personalmente sería una visita que incluiría en un viaje desde Chicago, o en planes más ambiciosos conduciendo por la ruta 66, como desvío cinéfilo obligatorio o camino de las corrientes del Misisipi con rumbo a Nueva Orleans. Como película tengo que reconocer que me fascinaron sus paisajes y la pasión de Eastwood y Streep en sus desgarradas interpretaciones. Una tensión que en cuanto a su historia no me consiguió cautivar, especialmente por la resolución de alguno de sus acontecimientos. Aunque evidentemente hay que encuadrarlo en un drama romántico de hace décadas, en los que la situación era muy diferente a los tiempos en que vivimos.

Si tengo que resaltar dos frases que me sirvieran para analizar esta película, me quedaría con “Los viejos sueños eran buenos sueños. No se cumplieron, pero me alegro de haberlos tenido.” Una visión conformista de la vida que a mi modo de ver siempre hay que intentar evitar mientras se pueda, los sueños están para cumplirlos y, aunque llegado el momento no lleguemos a conseguirlos, al menos hay que luchar por ellos antes de que sea tarde o nuestra situación personal no nos lo permita. Por último la cita “La mayoría de las personas temen el cambio, pero si lo ves como algo con lo que siempre puedes contar puede ser un consuelo, no hay muchas cosas con las que realmente puedas contar.” La monotonía en la vida no tiene por qué ser mala, pero si hay un sentimiento en ti que pida alterar tu rutina y hacer lo que de verdad te gusta, no lo dejes pasar una vez más antes de que hayas dado demasiados pasos en el lado contrario a lo que te dictan tu instinto. Una valoración a contracorriente totalmente de lo que se cuenta en la película, pero especialmente enfocado al tema principal que nos mueve en este blog: los viajes. Si tienes ganas de conocer un lugar, adelante, lucha por conseguir ir allí, ya sea solo, en pareja o con la compañía que se presente. Pero nunca dejes que los sueños se queden en eso, sueños y conviértelos en realidad, salir de la zona de confort no tiene por qué ser algo malo.

Nota Los puentes de Madison: 6/10

En conclusión, nos esperan 2 horas y 15 minutos en un drama pausado en medio de las conjeturas que envuelven la ética, el sentido común y la pasión sin razón.

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Autor

José Carlos DS: Economista y blogger de viajes en La Próxima Parada desde 2009. Ratón de ciudad, pero que le gusta la naturaleza por igual. Sus otras pasiones son el cine, los deportes y los videojuegos.

4 Comentarios

  1. Personalmente es una película en la que me gusta más el paisaje que el argumento de la misma en sí. A mí es que si una historia de amor no acaba con un final feliz, pues no me gusta, está claro que soy una romántica… 😛
    Me ha dado pena saber que los puentes poco a poco van desapareciendo y que la casa haya sido destruida a manos de un loco.

    • Igual la historia cuesta digerirla, pero una ruta por esos paisajes no le hacíamos asco ninguno ¿verdad? 😀

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