“Siete años en el Tibet” es la adaptación cinematográfica de las memorias del alpinista austriaco Heinrich Harrer en 1953. Considerado como uno de los mejores escaladores del pasado siglo, H. Harrer fue hecho prisionero durante la Segunda Guerra Mundial por las fuerzas británicas y confinado en un campo de prisioneros en la India durante cuatro años y medio. Cuando finalmente abandonó ese lugar, terminó en el Tibet donde pasó nada menos que siete años entre 1944 y 1950. La adaptación a la gran pantalla fue dirigida por el director francés Jean-Jacques Annaud, que tiempo atrás consiguió el Óscar a la mejor película de habla no inglesa por “Blanco y negro en color” y que tuvo en el papel protagonista a Brad Pitt dando vida al alpinista austriaco, así como a David Thewlis como Peter Aufschanaiter su compañero de fatigas en esta aventura sin par. Los más frikis del lugar conocerán más recientemente a este compañero en el papel de Remus Lupin en la saga de Harry Potter. Fue estrenada en 1997 y sus localizaciones lejos de lo que se podía pensar fueron muy controvertidas, cosa que abordaremos a lo largo de esta entrada un poco más adelante.
La película a nivel general tuvo una gran acogida, especialmente la música que la acompaña compuesta por John Williams. Aunque no en todos los países sentó bien, pues la imagen que se da de la República China junto al conflicto que se vive hoy en día entre el gigante asiático y el Tíbet en cuanto a su soberanía, propiciaron que los dirigentes chinos manifestaran su malestar llegando incluso a barajarse ser declarado a Brad Pitt como non grato en la República China y que se le prohibiera pisar suelo chino, cosa que finalmente no se hizo de forma oficial. Finalmente después de casi 20 años del estreno de la película, el pasado 2014 el actor estadounidense volvió a China acompañando a su pareja Angelina Jolie en la presentación de “Maléfica”, aunque sin aparecer en actos públicos.
La sinopsis nos narra las vivencias de Heinrich Harrer y su compañero Peter Aufschnaiter escapando de un campo de internamiento de la Commonwealth en India y su viaje hasta Lhasa, la capital del Tibet en la que pasarán varios años y cambiará enormemente su forma de ver las cosas. Una adaptación de la novela autobiográfica en la que se cuentan las experiencias acontecidas entre la II Guerra Mundial y el periodo previo de la invasión del Ejército Popular de Liberación chino en la región del Tíbet. Aunque para los curiosos, esta historia fue adaptada en un documental en 1965 en primer lugar, en el que además se contó con material directamente grabado por Harrer, mientras que la segunda ocasión, la cita de la que os hablo en estas líneas, fue una adaptación con una historia con toques ficticios.
Para cualquier apasionado de esta historia, debe saber que, además de esas memorias que narran su experiencia en el Tíbet, también podemos profundizar en su relación con el decimocuarto Dalái Lama con el libro “Mi vida en la corte del Dalai Lama”, del que fue tutor y buen amigo. Sin duda un auténtico explorador que después no dudó en realizar otras expediciones al Amazonas, Groenlandia, Alaska, el Congo y Guinea entre otros rincones del mundo, y que sus últimos años de vida los vivió entre la polémica que al final le hizo desaparecer de la vida pública al reconocer que fue miembro del partido nazi, algo que catalogó de rotundo error y que intentó restarle tintes políticos argumentando que esos contactos le sirvieron para poder ser parte de las expediciones organizadas por los alemanas al Himalaya en aquella época, o eso es lo que sostenían sus defensores.





En la labor de localización de los paisajes que podemos presenciar en la película se llevaban destinados nada menos que 6 meses por parte del equipo en la India, cuando el gobierno chino presionó al indio al no estar de acuerdo con el rodaje de una historia antirrevolucionaria que les atacaba directamente. Por lo que los deseos del director en narrar la historia en la cordillera del Himalaya entre India y Nepal, así como la presencia de Lhasa, la mítica ciudad tibetana, se vieron rotos y tocó buscar otras localizaciones en las que se pudiera recrear con la mayor similitud posible. Finalmente el director acabó en el valle de Uspallata en Argentina. Así que durante meses esta cordillera de la provincia de Mendoza con una altura de 2.000 metros sirvió para recrear este Tibet improvisado, zona limítrofe con Chile. Aunque también utilizó para algunas tomas las conocidas montañas Rocosas en Canadá, así como el Tirol austriaco.
Sin duda este cambio de planes para los más puristas les puede suponer una gran decepción, al no haber sido grabadas en el lugar oriundo, pero desde luego a nivel visual la película luce de maravilla e indudablemente el resultado es de lo más satisfactorio. Como curiosidad el impacto turístico que atrajo la película a la zona montañosa argentina supuso que el valle andino quisiera mantener todos los decorados para filmaciones futuras, pero finalmente los productores no estuvieron de acuerdo. Eso no impidió que poco después se levantara el Tíbet Café, una pagoda construida con los restos del atrezo que quedaron e incluso en un zoológico próximo aún se pueden admirar dos lanudos yacs que se utilizaron en la película, la dirección es cnr RN7 & Las Heras en Uspallata, Argentina. Aunque éste no es el único local que hace referencia a ese “pequeño Tibet argentino” sino que incluso albergues han tomado el título aprovechando el tirón de la película y de los curiosos que allí se acercan a presenciar tan fabulosos paisajes.
Afortunadamente contar con el mítico explorador durante el rodaje supuso una ayuda fundamental para recrear las localizaciones de la forma más fidedigna posible. E incluso el propio director preparó un equipo de rodaje al Tíbet con el pretexto de grabar un documental que sirvió para obtener imágenes reales de sus bellos entornos naturales que fueron añadidos al montaje final. Por lo que de esta forma el resultado quedó aún más redondeado y no todo lo que se ve en la película corresponde a localizaciones “equivocadas”, sino que algunos planos sí que pertenecen a las inhóspitas montañas del Himalaya.
Nota Siete años en el Tibet: 7/10
En conclusión, una bella aunque dramática película que a lo largo de 136 minutos nos mete en un trozo de la historia más convulsa de nuestro pasado más reciente, y de la que aún quedan coletazos por resolver. Visualmente impactante y con una banda sonora muy cuidada que trascurre en armonía con los bellos paisajes montañosos. Una oportunidad única de conocer una ciudad tan apasionante como Lhasa, uno de esos lugares que parecen casi inalcanzables y que, aunque en esta ocasión en parte son recreadas gracias a decorados, no quita ni por asomo la magia a toda esta fabulosa historia de supervivencia. Unas interpretaciones por parte de Brad Pitt y David Thewlis que rallan a un nivel bastante notable, además de las del pequeño Dalai Lama que será interpretado por varios actores a lo largo de su continuo crecimiento en una posición tan privilegia. Totalmente recomendable para los amantes de la montaña y de los que disfruten con ver una de tantas historias que nos dejaron las dos Guerras Mundiales que azotaron el mundo el pasado siglo.
10 Comentarios
Hace años que vi la película y la verdad que recuerdo que me gustó, aunque también es cierto que no la he vuelto a ver, por lo que puede que no dejara tampoco una huella muy profunda en mí. Pero bueno, la vi desde la perspectiva de una niña, por lo que seguramente fueron muchos los detalles que se me pasaron por alto. En resumen, que tras ver la disección que le has hecho, quizás tenga que volver a verla, porque tú un 7 no le pones a cualquier película 😉
Una película que a los amantes de la montaña le encantará, además de tener ese toque histórico que tanto atrae a muchos. No es una película para ver una y otra vez, pero sin duda que nos brinda unos paisajes de excepción, ya sea los reales de Argentina, o la versión que intentan dar de Tibet, uno de esos rincones que casi todo viajero quiere conocer 🙂
La vi hace muchos años y los paisajes me fascinaron. La varé otra vez a ver si me pica el gusanillo y tiro para allá, jeje. Un abrazo
Así me gusta, que esta sección te haga viajar, pero además de verdad. Ahora falta saber hacia donde tirarás, sí hacia los decorados de la película, o a la versión original 😀
¡Un abrazo!
Si supieras la de veces que me he propuesto verla…. pero al final se queda en eso, simple proposiciones! Ahora que leo tu artñículo prometo darle otra oportunidad!! Saludos
Pues ya sabes, tarea para este fin de semana «ver Siete años en el Tibet». Ya me contarás que te parece 😀
¡Saludotes!
La verdad es que Brad Pitt no es de mis actores favoritos pero la película pinta bien! Lástima que no esté rodada en el Tíbet! Pero seguro que el escenario es igualmente bonito!
Un abrazo
La verdad que sin haber estado en el Tibet la recreación da el pego perfectamente, no se si algún viajero que haya ido por allí no opinará lo mismo, peor lo que sí es cierto, es que los escenarios son una maravilla.
¡Saludotes!
Hola, como estas, gracias por narrarnos hechos vinculados con la pelicula. La verdad es que tenia interes por identificar los lugares geograficos ue se usaron como escenario de «siete años en el Tibet». Vi varias veces la pelicula porque me interesan los detalles todos. Amo la India y soy seguidora del budismo. Amo la naturaleza y habiendo estado en India y Chile, no puedo mas que desear ir a Mendoza, por sus paisajes e historias.
Gracias
Totalmente Graciela, la verdad que los espacios que se usaron para la película son impresionates.
Muchas gracias a ti por pasarte por el blog. Un saludote 😀